Vivimos en un país que tiene una nueva Ley de educación, la séptima de la democracia. Una ley que arranca de la idea de que los colegios deben gestionarse como empresas. Al hilo de lo cual debemos inferir que expedirán alumnos debidamente empaquetados y con manual de instrucciones. Productos debidamente competitivos que serán seleccionados mediante exámenes reválidas, desde cuarto curso, para mayor gloria de una sociedad que iba a darles todo si sacaban buenas notas, aunque ahora los estudiantes brillantes tengan que emigrar o engrosen las listas del paro. El congreso de los Diputados ha aprobado la Ley Wert con el único apoyo del PP. La ley que blinda la categoría académica de la religión católica a estas alturas del siglo XXI, la ley de las reválidas, del blindaje de los conciertos para colegios que separan a los estudiantes por sexo, de la rebaja de las lenguas propias, de la desaparición de educación para la ciudadanía. Una ley que extraña, que separa, que divide, no puede ser una buena ley de educación. Que debe poner las bases para el desarrollo de los futuros ciudadanos y ciudadanas de un país.
Deborah Kerr encarnando a Anna Leonowens como institutriz de los hijos del rey Mongkut de Siam a comienzos de la década de 1860 explica en esta canción perfectamente la idea de lo que debe ser un profesor y debe ser la educación. El profesor enseña y aprende, la película, algunos crecimos con ella, es de los años 50.
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