El Deportivo es la noticia estos días. El club, pendiente del concurso de acreedores, se está convirtiendo en una pelota que pasa del administrador concursal al Presidente y del presidente al administrador concursal. Una pelota que, esperemos, no pinche en el camino. En una situación azuzada por factores externos y guerras personales que aderezan una historia que roza lo teatral y podría ir incluso del drama a la comedia y al sainete si no estuviera en juego una institución con miles de socios, clave para la imagen exterior de una ciudad, y con más de cien años de historia a sus espaldas. Falta en todo este envite bastante sentido común y mucho diálogo. Sentarse alrededor de una mesa y hablar. Lendoiro aguanta el pulso y pasa por alto el último órdago del administrador concursal. Lo del plazo de quince días para llegar a un acuerdo con los acreedores o la disolución como alternativa. Y dice que hay dinero, aunque esté cautivo, y que si hubiera elecciones se volvería a presentar, seguro de que podría ganar. El problema en estas semanas locas de papeles, acoso y respuestas está en el juguete. Que cohesiona y beneficia a una sociedad que necesita algo positivo para seguir adelante. Y nadie, o casi nadie, querría que se quedara el camino. De verdad.
La rueda de prensa de Lendoiro este martes.
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