El PSOE ha celebrado un comité nacional en Galicia que ha servido para desahogarse. Después de perder 230 mil votos en unas elecciones es necesario, más bien imprescindible. El partido que lo fue todo en España y en A Coruña y nunca logró serlo en Galicia, entre otras cosas porque no estaba en el guión, atraviesa una crisis profunda y larvada. Una crisis producto de una realidad. Durante años practicó un discurso que no se correspondía con sus políticas. Sobre todo en la clave de todo, la economía. Ahora el PSOE se encuentra ante un dilema, ser un partido del poder intentando defender otras políticas desde arriba, como ha sucedido desde hace décadas, o volver a la socialdemocracia clásica, cambiar caras, abrirse a unas bases cansadas de llamar a la puerta y a una sociedad que necesita un instrumento centrado escorado a la izquierda. Un instrumento que en Galicia debe tener la convicción de que este país existe y es necesario creer en él. Las pasadas elecciones pillaron a los socialistas divididos entre el que estaba y el que había de venir, pendiente de la Operación Campeón. Con una organización desvertebrada y en suspenso sin que nadie quisiera ocupar un puesto vacante frente a Pachi Vázquez. Ahora toca reconstruir y ser realistas. O más bien ser francos, por una vez, con una sociedad que ha dicho que así, no.
Pachi Vázquez la noche electoral.
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