La primera vez en que un responsable de educación decidió que dos centros debían compartir un profesor de apoyo o de audición y lenguaje para niños con necesidades especiales abrió la caja de los truenos de la degradación a la ateción a la diversidad. Con la excusa de que otros lo hacían ya, estamos asistiendo a una rebaja en los medios para la integración en los centros educativos que roza el escándalo. Niños con problemas graves atendidos sólo una o dos horas a la semana, otros sin ningún apoyo, otros que han cambiado hasta siete veces de profesor en un curso. Profesionales que no pueden hacer un seguimiento de sus alumnos, que tienen que ponerse al día con nuevos niños a los que deben dejar cuando empezaban a conocerse. Clases con ratios imposibles en Eso y Bachillerato en las que quien necesita más ayuda puede quedar fuera para siempre. Como personas tenemos obligación con nuestro entorno más inmediato, familia, amigos pero también con la sociedad que queremos dejar a los que vendrán. Los recortes educativos, recortan el futuro, las espectativas y la alegría. No podemos, como sociedad ni aceptar ni negociar por medio profesor. No deberíamos haberlo tolerado nunca.
Un clásico... por cuatro esquinitas de nada.
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