La vida es un viaje que se escribe por momentos y el fútbol es un reflejo de la vida en esa sucesión de euforia y tristeza concentrada en 90 minutos. El Deportivo consiguió ayer en Riazor lo que parecía imposible ante un rival como el Valencia. Consiguió reinventarse. Tras un comienzo de Liga catastrófico, en una temporada en la que no hay margen de error, el equipo coruñés salió con nuevos aires a un Estadio de Riazor lleno, a excepción de tribuna. Una afición que llevaba el pañuelo en el bolsillo, por lo que pudiera pasar, salió con sonrisa exultante después de un partido distinto. La liga es muy larga y solamente viendo la evolución del equipo podremos comprobar en qué acaba esto. Pero ayer la gente volvió a disfrutar, al margen de los enfrentamientos de una minoría que en el fútbol como en la vida busca aplastar al diferente a base de bengalas o de proclamas absurdas. Mejor quedarse con la generosidad de jugadores como Lucas Pérez que es capaz de apostar por un equipo como quien cumple un sueño sin pensar sólo en el dinero y con una afición que ayer recibió lo que se merece. Un equipo que le responde.
La rueda de prensa de Víctor Fernández.
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