Ha pasado agosto con los responsables públicos enmarañados en la polémica sobre la restitución de los honores a Millán Astray. Algunos se preguntarán, ¿es tan importante ese asunto con la que está cayendo? Si no es tan importante, no hace falta tocarlo, ni enmendar la retirada, cuando hay dos sentencias, una que dicta que todo quede igual y otra que pone en cuestión la retirada del título de hijo predilecto de la ciudad al militar colaborador de Franco. La opción del gobierno de Negreira es asumir la segunda sentencia y volver con el asunto restituyendo el título a Millán. Es curioso que en una sociedad democrática, en pleno siglo XXI, y tras una dictadura que provocó tanto dolor y tantas muertes siga habiendo dudas en cuestiones como los honores y las distinciones a personas que idearon y colaboraron en la represión. Esas dudas solamente ponen en evidencia que en cuestiones básicas de cultura democrática estamos en pañales.
Hay un poema de Blas de Otero que explica todo lo que hay que hacer, pero sin tabla rasa porque eso es favorecer a unos para olvidar a otros que pagaron con sangre sudor y lágrimas solamente por pensar distinto
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