miércoles, 27 de marzo de 2013

Llueve sin final, sin rabos de nube




Llueve. Es lo natural. Es tan habitual aquí que Galicia es verde y A Coruña es verde y azul, casi una isla, una península rodeada de agua por todas partes, arriba, abajo, norte, sur, este, menos por una. Por eso cuando hace sol tenemos esa luz, esa transparencia difícil de explicar. Por eso ha habido momentos en que la gente venía al norte para ver llover y mojarse con la lluvia para compensar tanta sequía. La vida es agua y luz pero sobre todo agua y aquí llueve, y cuando no llueve, en ocasiones, colocan igual lluvia en el mapa del tiempo. Aquí llueve. Indefectiblemente, a veces con avaricia, a veces de forma impenitente, en plena Semana de la penitencia. Llueve y la lluvia cambia las referencias, por eso en esta tierra hay tanto soñador- soñadora y tanto poeta. Llueve y no hay novedad. Aunque necesitemos secarnos los huesos. Llueve sin fin, sin rabos de nubes que barran tristezas, sin aguaceros de venganza, a veces con contundencia pero como en un salmo. Es la única protesta la única rebeldía que se escucha de forma habitual, el lamento contra la falta de luz, contra lo inmutable. No contra lo que se puede cambiar y superar. Porque aunque perdamos la referencia en medio de tanta agua aquí llueve, y por eso somos así. Escritos en verde y azul.

En el fondo todos esperamos que un día llegue un Rabo de Nube.


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