miércoles, 6 de marzo de 2013

La corrupción no se soluciona con explicaciones como las de De Cospedal





El asunto Bárcenas nos supera, nos rebasa. Y se completa con destellos varios, el bochorno del Ayuntamiento de Santiago, el caso de Ana Mato, ahora la casa de José Blanco, con reformas pagadas por el PSOE con cargo a los presupuestos para seguridad, con una gestión judicial, en este caso, más que discutible, pero que emborrona y cuestiona la vida pública. Ese goteo continuo de operaciones y denuncias diversas que demuestran cómo se ha infiltrado la corrupción en el sistema pero que es una carga de profundidad directa contra la imagen de la democracia con mayúsculas. Hay que cambiar las reglas de juego. Y, sobre todo, hay que poner la lupa en el lugar necesario. El problema no radica en la política ni en los políticos en su generalidad. Radica en la falta de claridad en la financiación de los partidos y en la falta sonrojante de control, de limitación de prebendas y de limitación de mandatos. Que convierte a una casta de políticos en ejecutores de actuaciones de aquellos que no creen en la democracia. La situación actual deja al ciudadano sin salidas. Porque es la política independiente, la de altura, la que defiende el bien común, la única que nos puede sacar de este pozo.

Y las explicaciones de De Cospedal no ayudan mucho, la verdad. Hay quien ha buscado paralelismo con las críticas al sistema de los Hermanos Marx.





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